Desde dicha óptica antinómica podría leerse con similar nitidez tanto que ganó el cambio como que la sociedad argentina quedó divida en dos. La elección no habría hecho otra cosa que confirmar la grieta.
Sin embargo, todas las investigaciones que venimos realizando durante estos años para medir y decodificar el clima de época y el sentir social refutan esa hipótesis y señalan, muy por el contrario, que la mayoría de los argentinos con madura lucidez cree que no está ni todo bien ni todo mal.
En 2013, el 45% de la población ya adhería a esa idea. En 2015, al momento de votar, lo hacía el 57 por ciento.
Aunque erróneamente las voces de ambos extremos, obviamente más audibles, pudieran habernos llevado a pensar que ""el medio"" no existía, las evidencias demostraron lo opuesto. Este es, a mi modo de ver, el dato nodal para interpretar no sólo el resultado de la elección, sino las expectativas sobre el país que vendrá: la sociedad argentina no desea ni un extremo ni el otro, sino que anhela ubicarse en un centro que resulte vivible y sustentable en el tiempo. Y así votó. No para profundizar la grieta, sino para intentar superarla.
Del mismo modo, así lee el presente. Tiene esperanza y optimismo en el nuevo gobierno, pero señala que, otra vez, “la plata no alcanza”.
El ""ni todo bien ni todo mal"" está lejos de ser una entelequia. Muy por el contrario, tiene una gran precisión. De acuerdo a las investigaciones de carácter nacional que realizamos sistemáticamente en Consultora W junto con Trial Panel, al momento de votar la sociedad aprobaba la renovación de los ferrocarriles ( 67%) ; los descuentos con las tarjetas Argenta y SUBE (65%) ; el Plan Ahora 12 ( 60%), el Plan Procrear, y que Aerolíneas Argentinas, YPF y las jubilaciones sean gestionadas por el Estado, los subsidios a los servicios públicos y la Asignación Universal por Hijo ( de 55 a 60%). Del mismo modo, el 75% desaprobaba la gestión del Gobierno de CFK en el tema seguridad, el 63% desaprobaba el cepo al dólar y cerca del 60% opinaba negativamente sobre el manejo de la inflación, las restricciones a las importaciones, las retenciones al campo, las retenciones a las economías regionales y la conflictividad del gobierno central con las provincias.
El nuevo gobierno de Mauricio Macri supo comprender este sentir social. Y es por ello que hoy, la principal hipótesis de cómo la política impactará en la economía cotidiana es la implementación de un plan de carácter “gradualista”, avalado tanto por el Presidente, como por el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el Ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay.
Los primeros meses del año sin embargo, lucen más como un “shock”, que como un “gradualismo”.
Este escenario debiera comenzar a cambiar con la llegada de los acuerdos salariales y el aguinaldo. Recién cuando la gente deje de darle pelea a los “precios nuevos” con “sueldos viejos”, puede comenzar a mutar el clima imperante de creciente mal humor.
Mientras tanto la contracción del consumo, ya es un dato ineludible de la realidad actual.
La inflación acumulada entre Noviembre 2015 y Marzo 2016 está cercana al 20%. La pérdida de poder adquisitivo es lineal, dado que en ese período no se incrementaron los salarios. Es lógico que, dado el contexto, caigan los volúmenes de ventas de casi todo.
A mi modo de ver, sería otro error leer el año desde la perspectiva del primer cuatrimestre.
Esperamos un 2016 que sea efectivamente una “transición” y que comience a dar mejores noticias sobre el segundo semestre para concluir en lo que podríamos metaforizar como un “empate cero a cero” en el que paradójicamente, si luego se confirmara la hipótesis de crecimiento y despegue de la economía para 2017, habrían ganado todos.
Superada la coyuntura, podremos volver a mirar la estructura y decodificar que, parados en el centro – ni estaba antes todo bien ni todo mal, ni tampoco estará ahora todo bien ni todo mal-, los argentinos vocean tres grandes consensos que nutren las expectativas y la esperanza frente al nuevo período presidencial.
Ya en septiembre de 2013, el 65% decía que era un mito que al país lo pudiera conducir sólo el peronismo, se coincidía en que cualquiera que ganara democráticamente las elecciones estaría en condiciones de hacerlo. Esto no le quitaba valor al peronismo, sino que señalaba la competitividad del sistema que, de hecho, quedó demostrada. En nuestra última medición junto con Trial Panel, el 75% dio esa definición. La sociedad no tiene dudas sobre la gobernabilidad.
En segundo lugar, el 84% cree que el país tiene una buena oportunidad de acá al año 2030, algo que será muy valioso – tanto para el gobierno, como para las empresas y las marcas- si la economía comienza a crecer y la gente puede verificar en hechos concretos y tangibles que esto no es solo una opinión cruzada con el deseo, sino una aspiración válida. El horizonte cortoplacista podría evolucionar hacia el largo plazo y modificar tanto algunos valores de época como ciertas conductas de consumo.
Y finalmente más del 50% opina que si la Argentina quiere aprovechar esa oportunidad no debe copiar linealmente ningún modelo del exterior, sino construir el propio.
Dos elementos fundamentales para comprender de qué están hechos estos consensos. El 65% opina que el actual gobierno debe corregir los errores de la era K, pero mantener aquellas cosas que están bien. Y el 77% piensa que en esta nueva etapa se debe encontrar una fórmula intermedia que no sea ni todo Estado ni todo mercado. Ni chavización ni los 90. Un mensaje más que claro.
Otra vez, construir sobre lo construido, desde el centro y articulando positivamente lo público con lo privado.
Ese parecería ser el país y el clima de época que tienen chances de amanecer, una vez que crucemos la difícil coyuntura de comienzos del año. Asesor estratégico, especialista en sociedad, consumo y comunicación.
Guillermo Oliveto. Asesor estratégico, especialista en sociedad, consumo y comunicación. Presidente de Consultora W. Su último libro, Argenchips Cómo somos y cómo pensamos los argentinos.