Esta investigación regional pone en evidencia la necesidad de los jóvenes en que el mundo adulto confíe y potencie sus capacidades en lo concreto. Los obstáculos para la inserción laboral están entre sus demandas más urgentes.
En el marco del lanzamiento de la campaña de la marca “Creemos en los Jóvenes”, -que busca reflejar la confianza de McDonald’s en las nuevas generaciones y las posibilidades que les brinda para ingresar al mercado laboral formal- llevamos a cabo un estudio regional en cinco países (Brasil, Argentina, Chile, Perú y Colombia) para detectar cuál es la percepción que los jóvenes tienen sobre su generación y qué consideran que la sociedad piensa de ellos.
Es una realidad que muchas veces, a la hora del primer empleo, los jóvenes encuentran barreras y obstáculos que les dificulta la inserción laboral. A la vez, una falta de confianza del mundo adulto impacta negativamente en su ánimo y expectativas.
De acuerdo con nuestra investigación, los jóvenes demandan confianza de parte de los adultos (y las empresas), pero hasta el momento existe una distancia que los empuja a crear “mundos paralelos” donde muestran su pasión y su motivación entre pares, pero se alejan de los adultos. De hecho, entre los principales hallazgos del estudio encontramos que los jóvenes confían en sí mismos como mecanismo compensatorio ante la falta de apoyo externo que perciben por parte de la sociedad. Casi 8 de cada 10 confía en sus propios talentos y capacidades, sin embargo solo un 34% del total de la muestra considera que la sociedad en su conjunto, confía en las capacidades y talentos de esta generación.
¿Qué entienden estos jóvenes por “confianza”? surge de la investigación que para poder confiar hay que creer. Confianza –para ellos- se asocia a creer (dimensión emocional), sin embargo, también lo relacionan con una acción concreta -es decir, no sólo depositar una voluntad y esperar a que “algo suceda”- ese algo tiene que ver con guiar, acompañar, apostar.
Los jóvenes consideran la falta de confianza hacia su generación como una “deuda” de la sociedad hacia ellos. La investigación muestra que están expectantes, pero que necesitan este apoyo hoy como parte de su rol transformador en el futuro, el 91% considera necesario que la sociedad confíe en las capacidades y talentos de los jóvenes. Vale aclarar que solo 3 de cada 10 se siente identificado con lo que la sociedad y los medios dicen acerca de su generación.
Son una generación que se reconoce exigente y difícil de conformar, con baja tolerancia a la frustración. Se admiten como “resultadistas, demandantes” y están en búsqueda permanente de la equidad. A la vez, necesitan espacios que propicien todo su potencial, que valoren la actitud innovadora, la creatividad, el conocimiento tecnológico, en definitiva, que puedan poner en juego y capitalizar su proactividad y agilidad.
La mayoría de los jóvenes busca un balance “justo” entre esfuerzo/sacrificio y bienestar, entre aquellos que quieren también estudiar, la necesidad de equilibrio es aún mayor. Es que distinto a generaciones anteriores, no postergan el disfrute hasta alcanzar metas a largo plazo, sino que creen en un camino de esfuerzo pero intercalado con momentos de disfrute, esperan “disfrutar el camino”. El punto de llegada no está fijado de antemano en la mayoría de los casos.
En cuanto a su futuro, 7 de cada 10 es optimista respecto de lo que viene, y también –nuevamente, distinto a generaciones anteriores- se destaca una fuerte tendencia a emprender (27%) o proyectarse como profesionales independientes (39%).
De acuerdo con la investigación, encontramos que los jóvenes se sienten frustrados a la hora de ingresar al mundo laboral, principalmente por la existencia de múltiples barreras: el 82% considera que “es una paradoja que pidan como requisito experiencia a los jóvenes para un primer empleo”; a la vez que afirman que faltan oportunidades.
Cuando acceden al primer empleo, las expectativas que tenían al aceptar las propuestas no se cumplen, no están al nivel de lo que encuentran en los hechos, ahí es donde les resulta esencial el rol de los adultos: consideran que son las empresas las que tiene el poder de hacer la diferencia y adaptarse a los nuevos requerimientos y perfiles.
En definitiva, de un primer empleo, los jóvenes consideran indispensable que puedan incluirlos para sentirse parte, contribuir a su desarrollo integral como trabajadores y como personas, que confíen en sus capacidades y los hagan sentirse valorados otorgándoles responsabilidades y espacio para crecer. Sin duda, cuestiones emocionales y vinculares -como poder trabajar con gente joven, tener un buen clima laboral o bien aportar valor agregado- les resulta diferencial. Pero además, ven con muchísimo interés aquellas habilidades que no puedan aprender en la escuela o en la universidad y que serán valiosas para su futuro tales como el trabajo en equipo, habilidades de liderazgo y coaching, en innovación y creatividad y claves para emprender.
Como conclusión, el estudio nos permite dimensionar que es necesario achicar esa distancia entre jóvenes y adultos. Son imprescindibles los espacios donde ellos puedan demostrar todo su potencial. A los adultos a la vez, nos cabe aprender cómo motivarlos e impulsarlos a dar el siguiente paso evitando prejuicios generacionales. Apertura, comunicación y tolerancia son instancias centrales en este proceso teniendo en cuenta que una de sus demandas es dejar de lado lo discursivo para pasar a la acción: estar, acompañar, guiar, motivar. Pero no en el futuro, sino hoy.
Desde lo laboral, tener en cuenta que la inclusión es una necesidad primordial ante la búsqueda del primer empleo pero además –y dadas las características de esta generación, también la creatividad, participación, flexibilidad- adultos y empresas necesitan brindar espacios donde los jóvenes puedan tener protagonismo y a la vez respetar sus deseos de equilibrio y balance en su vida personal y gustos.
Mariela Mociulsky y Ximena Díaz Alarcón, directoras de Trendsity