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Silvina Tellez / Consultora Patagónica
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2020. Consumos y cuidados. Mujeres con dedicación Múltiple





La pandemia del COVID-19 y las medidas de confinamiento ponen la lupa sobre las tareas de cuidado. ¿Cómo impacta esta situación en las misiones de compra y decisiones de consumo? La “nueva normalidad” y el rol de las empresas y las marcas.

 

 

Con las escuelas cerradas y los hijos y las hijas en casa, a las habituales tareas de cuidado como mantener limpia la casa y la ropa, lavar platos, planchar y cocinar, se suma el tener que acompañar en las actividades escolares. También el adaptar la modalidad laboral para cumplir con el trabajo a distancia y enfrentar un home office que no encuentra horarios y genera hiperconectividad. Agotador.

 

Una mirada al desenvolvimiento de los vínculos sociales y económicos en nuestra sociedad muestra una consolidación y reproducción histórica de la división sexual del trabajo que asigna roles según género: a las mujeres se les consigna el trabajo reproductivo -las tareas para garantizar el cuidados, bienestar y supervivencia de quienes integran el hogar-, mientras que el trabajo productivo -vinculado al mercado y de manera remunerada-, aparece inscripto a los varones.

 

 

La crisis multidimensional ocasionada por el COVID-19, y las medidas de confinamiento adoptadas por la mayoría de los estados, puso de manifiesto la necesidad de debatir aún más y con urgencia, en torno a la visibilización, reconocimiento y valorización de las tareas de cuidado.

 

A nivel internacional, este debate se encuentra enmarcado en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en el ODS 5 (Igualdad de género y empoderamiento de las mujeres y las niñas. Además, esta meta es relevante para el cumplimiento de otros objetivos como el fin de la pobreza (ODS1), hambre cero (ODS4), entre otros.

 

En este contexto, y frente a la pregunta de quiénes sostienen los espacios que  habitamos, el Observatorio de Género y Políticas Públicas describe que “se trata de roles y jerarquías de género donde las mujeres e identidades feminizadas concentran la mayor proporción de tareas y responsabilidades mal llamadas “tareas domésticas”, que en realidad consisten en trabajo productivo no remunerado”.

 

El aislamiento social que atravesamos generó una mayor concientización de los titánicos quehaceres domésticos. Varones y mujeres acuerdan en lo heroico de mantener en funcionamiento el engranaje hogareño, y aunque puede registrarse en este contexto un incremento de la participación masculina, en la mayoría de los hogares son las mujeres quienes dedican más horas a las tareas de cuidado.

 

Una reciente investigación acerca del tema de los cuidados, usos del tiempo y trabajos desde que se inició el aislamiento para hacer frente a la pandemia, desarrollada por el CONICET junto a la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y de la cual participaron 550 personas, sostiene que “la mayoría de las mujeres consultadas siente que son cuidadoras de tiempo completo, trabajan más y están más cansadas durante la cuarentena que antes de que se dispusiera esta medida sanitaria ".

 

El universo de personas que respondió la encuesta está compuesto mayoritariamente por mujeres con estudios universitarios y empleo formal. Paola Bonavito, investigadora del CONICET y una de las responsables del trabajo, señala que “un mayor capital simbólico y un trabajo formal en las universitarias quizás permite ser más críticas con este exceso de trabajo de cuidados, pero en los hechos sigue repercutiendo en el cuerpo de las mujeres”. Y agrega: “En contextos de pandemia, los cuerpos de las mujeres están sobreexigidos y sobreexpuestos a tareas de cuidado y a trabajos múltiples, permanentes y simultáneos”. 

 

 

A las tareas mencionadas, la toma de decisión sobre los consumos de los hogares, qué elegir (cuando se puede, claro) al momento de hacer las compras para mantener en funcionamiento el hogar, es una actividad más que recae bajo la responsabilidad de las mujeres y las sobrecarga. Principales decisoras de compra, zigzaguean entre diferentes tareas cotidianas mientras repasan qué necesita cada unx de lxs integrantes del grupo familiar, qué productos se consumen (recurriendo al conocimiento y saber amoroso sobre gustos, preferencias, estados de salud de todxs y cada unx), qué marca, qué tamaño, tipo de envase (hay que cuidar el medio ambiente también), y precio. También evalúan opciones saludables de los alimentos (más ahora donde la falta de movimiento por el confinamiento puede afectar a la salud) y piensan cuáles son esos posibles “gustos” que puede darse cada integrante del grupo familiar como táctica para intentar sopesar la angustia del encierro. Todo ello combinado con mandatos, representaciones y prácticas culinarias.

 

Esta administración y gestión de los consumos hogareños que las mujeres realizan tiene en cuenta no solamente lxs niños, niñas y adolescentes, sino también de lxs demás adultxs (varones en general pero también adultxs mayores convivientes o no). Dentro de esta lógica, la agenda y requerimientos de consumo de la familia ocupa mucho tiempo y espacio en la mente de las mujeres. Una demanda que, además, no tiene clausura. Un permanente pendiente que satura. Y en cuarentena, esto suma y acumula presión.

 

¿Qué hacemos para que esta tarea tremenda se comparta? ¿Qué acciones generamos para que las otras personas adultas de cada casa también se hagan cargo, para sacar a los varones del lugar del “yo no entiendo, “yo no sé”? 

 

Cuando evaluamos los comportamientos y opiniones de los varones, encontramos que pueden tomar sus propias decisiones, que están interesados en los productos que consumen tanto ellos como lxs miembros de su famila, que despliegan sus preferencias y las traducen en decisiones sobre una gran variedad de categorías, incluso que incluyen aquellas que tradicionalmente la industria y los discursos de las marcas dirigen exclusivamente a las mujeres.

 

Frente a este contexto, la industria, ¿cómo incorporará y dará respuestas en sus múltiples propuestas - desde innovación en productos hasta la comunicación publicitaria- a este diagnóstico?

 

La pandemia sacó de manera acelerada una radiografía de la sociedad y dejó entrever, una vez más, las múltiples desigualdades que la precedían. Sin embargo, la “nueva normalidad” puede significar un punto de inflexión para pensar cómo las empresas se reencuentran con los consumidores en pos de cerrar de una vez por todas la brecha de género. Se abre un espacio para reflexionar sobre cómo serán las propuestas y una gran oportunidad para expandir los nuevos vínculos



Karina Wroblewski

Licenciada en Ciencias de la Comunicación, especializada en gestión cultural y desarrollo de contenidos

 

Facundo Suenzo

Licenciado en Comunicación y magíster en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural en curso.

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